Fue la noche antes de Navidad...
Se avecinaba un secreto.
La lujuria en mi corazón se había vuelto demasiado consumidora.
No te equivoques, no compartimos sangre,
Pero mi tutor es el hombre cuya cruz llevo.
Con sus gélidos ojos color carbón y sus labios de menta,
Bajo el muérdago me quedé de pie, sin posibilidad de resistirme.
Porque no fue nada menos que en esta noche fría y silenciosa,
En la que cedí al mal, y me sentí tan malditamente bien.
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